Desde mi niñez y adolescencia siempre he sido curiosa, con mucha energía y extrovertida, eso si excelente estudiante, comprometida y disciplinada. Crecí en un pueblo, específicamente en un ingenio azucarero y producto de mis buenas calificaciones obtuve una beca completa en una de las mejores universidades de Santo Domingo, en la que decidí estudiar Ingeniería en Sistemas (pensaba que era diferente en ese entonces), la parte de las matemáticas y estadística me gusto, pero luego identifique que era más una carrera en solitario y de poco relacionamiento con otras personas (al menos eso pensé) y entendí que no iba conmigo:creo que en ese entonces fue apenas el inicio de mi búsqueda.
Siempre tuve ese llamado de trabajar en pro del desarrollo, formación e impacto de los demás, pero una vocecita en mi cabeza decía, debes escoger bien porque no “encajas” en todos lados y ahí, si, se que quieres irte por esa rama, ¡no cabes!.
Pase a estudiar mercadeo, luego a administración de empresas no sin antes pasar por 3 universidades distintas, hasta que al fin decidí graduarme a mis 30 años. Seguía en mi búsqueda, porque luego vino una Maestría en negocios, varias certificaciones, y al cursar mi segundo máster, en Responsabilidad social, pero siempre sentí que había algo que faltaba, que si bien es importante trabajar por los resultados, más importante aún es poner en el centro a aquellos que hacen que esto ocurra: La gente.
Un día decidí decirme en voz alta, lo que siempre supe: quiero trabajar en Gestión Humana, que distinto se sintió, fue como sentir que ya sabía que camino seguir. Recuerdo que en esa época desempeñaba una funcion que nada tenía que ver con el área, pero como siempre he sido una aprendiz voraz, me dedique a formarme en el tema, a buscar comunidades de países como México y Chile para poder ver todo lo que hacían, sus metodologías, que les funcionaba y a comenzar a relacionarme con ese mundo que por tanto tiempo había decidido dejar de lado. Recuerdo verme diseñando iniciativas para la organización donde trabajaba y soñar que las implementaba, como se beneficiaba la gente y ver los resultados.
Apenas pocos años después, mi esfuerzo comenzó a dar frutos y pude ingresar de lleno al área de Gestión Humana, desde una posición de mandos medios. No les niego que sentí una mezcla de emoción, mezclada con miedo y entusiasmo por no solo poder al fin dedicarme a lo que me movía sino por poder llevar a cabo todas esas ideas y proyectos que tenia en mi libreta de apuntes (si, uso laptop, pero mis proyectos e ideas las anoto en una libreta).
Al haberme formado con personas de otros países las personas me miraban con cara de bicho raro cuando hablaba de ideas e iniciativas que podían para ellos lucir descabelladas, especialmente al hablar de Design Thinking (pensamiento de diseño) para servicios enfocados a los colaboradores y no el tradicional diseño de productos comerciales o de trabajar feedback (retroalimentación) o diagnostico y diseño de cultura con cartas. En lugar de ajustarme a lo tradicional, entendí que ese era mi valor diferenciador, que no tenía que seguir pensando en que yo debía encajar sino darme le permiso y tener el valor de “romper patrones”, de usar métodos innovadores, disruptivos y enfocados a resultados desde las personas.
Luego de varios años, un buen entendí que ya mi ciclo había terminado en donde estaba y que ya era momento de llevar mis metodologías, mis aprendizajes e ideas acompañando a otras organizaciones.
Así que me puse mis tenis, me vestí de rojo, decidí dar el salto de fe y dedicarme a “Crear lugares increíbles para trabajar”, y ver como las organizaciones con quienes he trabajado lo van logrando, es algo que me llena y ¡me encanta!.
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